Desafíos y posibilidades para la soberanía industrial del Sur Global
Panel with Esther Dweck (Brazil), Surajit Mazumdar (India), Josefina Morales (Mexico) and Lyu Xinyu (China), moderated by Facundo Barrera Insua (Argentina). Photo: Priscila Ramos
El tercer día de debates comienza por la mañana con la geopolítica desigual de la industrialización en América Latina, Asia Oriental y otros países del Sur Global.
El tercer día de la IV Conferencia Dilemas de la Humanidad comenzó con la perspectiva de una realidad aún marcada por las profundas asimetrías de la división internacional del trabajo heredada del colonialismo, y la reflexión sobre la urgencia del reposicionamiento de la política industrial como un eje estratégico para el desarrollo soberano de las naciones del Sur Global.
Para abordar estos desafíos, el debate contó esta mañana (9) con Esther Dweck (Brasil), ministra de Gestión e Innovación en Servicios Públicos; Surajit Mazumdar (India), profesor de la Universidad Jawaharlal Nehru; Josefina Morales (México), investigadora de la UNAM; y Lyu Xinyu (China), directora de investigaciones en comunicación internacional. Bajo la moderación de Facundo Barrera Insua (Argentina), investigador de la Universidad de La Plata, el panel se propuso discutir cómo romper la dependencia de las materias primas sin reproducir modelos depredadores, y cómo transformar la política industrial en un instrumento efectivo de soberanía tecnológica y social para las naciones del Sur Global.
La política industrial en Brasil
La mesa comenzó con el análisis de Esther Dweck, quien hizo una breve presentación sobre la política industrial y destacó que el contexto actual, marcado por medidas proteccionistas como los aranceles de Trump, representa una oportunidad para los países en desarrollo, ya que la disputa por la hegemonía global abre espacio para construir nuevas relaciones económicas ante la ruptura con la agenda liberal.
“En este momento, en el que una potencia mundial claramente dice que ya no es posible vivir en un mundo totalmente liberal, eso abre más espacio para los países en desarrollo, permitiendo más libertad para debatir. Y obviamente, eso no significa que sea fácil hacerlo, pero es un buen espacio para reflexionar sobre cómo usar esta oportunidad de manera más estratégica, incluyendo alianzas estratégicas para dar nuevos saltos”, afirma.
Dweck también destacó la heterogeneidad industrial en el Sur Global y los desafíos de los países con trayectorias industriales distintas. “Mientras que en América Latina se ha perdido gran parte de la participación en la industrialización, Asia Oriental acelera su capacidad productiva”. En el caso brasileño, recordó que el país alcanzó su apogeo industrial en los años 1970, seguido de una estancación deliberada, que privilegió el mantenimiento de un mercado consumidor de maquinaria importada en detrimento del desarrollo tecnológico autónomo.
La ministra también planteó reflexiones sobre las causas de la desindustrialización brasileña y sus herencias, desde los condicionantes de la crisis de la deuda externa en los años 1980 –con sus políticas macroeconómicas de altas tasas de interés y tipo de cambio apreciado– hasta el auge de las materias primas en los años 2000, que profundizó la dependencia de recursos primarios. También criticó el desmantelamiento del parque productivo nacional, donde “las empresas se compran para cerrarlas, no para industrializar”.
“Hoy trabajamos mucho con los riesgos de que los países en desarrollo queden rezagados en este proceso, ya que la capacidad de lidiar con estos cambios es muy desigual (...). Cuando Trump recurre a medidas arancelarias, lo hace claramente con el objetivo de cambiar el tono y llevar a los países a una negociación bilateral, rompiendo totalmente con el multilateralismo. Pero lo que vemos es el cambio de los países en esta correlación de fuerzas, por políticas más amplias”.
La diversidad del Sur Global
Surajit Mazumdar (India) aportó al debate señalando cómo la industrialización ha sido tanto motor del desarrollo capitalista como generadora de profundas desigualdades globales. Al igual que los demás participantes de la mesa, reflexionó sobre el proceso histórico que creó una división internacional del trabajo, concentrando la manufactura en los países occidentales y en Japón, mientras que el resto del mundo permanece como proveedor de materias primas.
Según él, esta disparidad solo comienza a modificarse después de la Segunda Guerra Mundial, con el proceso de descolonización y el surgimiento del campo socialista. “La rápida industrialización del Primer Mundo significa que su supremacía se mantiene hasta finales del siglo XX (...). Esta es una de las trampas de la globalización: por un lado, el equilibrio de fuerzas de clase se desplaza, incluso a favor del capital, pero por otro, se intensifica la explotación de los trabajadores del Tercer Mundo”.
Mazumdar señala que esta transición aún ocurre de forma desigual –concentrándose principalmente en Asia Oriental y Sudoriental, siendo China un caso emblemático. Mientras tanto, América Latina, África e incluso el sur de Asia (con la relativa excepción de India por su tamaño) mantienen una participación marginal en el valor agregado manufacturero global, lo que muestra cómo las asimetrías históricas persisten incluso en este nuevo escenario.
“Hay una concentración geográfica distinta incluso en este giro hacia el Sur Global en la reestructuración de la manufactura mundial. Si uno observa el comercio, verá que América Latina y África no logran romper con la ubicación tradicional del comercio internacional. Lo que cambia es que el destino de estas exportaciones (de materias primas) se orienta menos hacia Estados Unidos y más hacia Asia, donde crece la manufactura”.
Mazumdar refuerza la idea de que solo una parte de Asia –específicamente las regiones oriental y sudoriental– logra integrarse de manera competitiva en la nueva arquitectura productiva global, generando superávits comerciales y rompiendo con el papel periférico tradicional. Esta transformación contrasta radicalmente con la situación del resto del Sur Global, donde los países siguen atados a patrones históricos de inserción internacional basados en la exportación de materias primas, con limitada agregación de valor.
El profesor concluye con una reflexión sobre el caso de China, cuyo éxito industrial se debe a condiciones históricas específicas, pero advierte que incluso China no rompe completamente con las estructuras desiguales del sistema global, habiéndose insertado en posiciones específicas (y aún subordinadas) dentro de las cadenas de valor transnacionales. “Este análisis revela cómo la actual reestructuración productiva, lejos de democratizar el desarrollo industrial, reproduce y profundiza las asimetrías regionales dentro del propio Sur Global”.
Historia y dicotomías chinas
En su intervención, Lyu Xinyu comenzó presentando las diversas interpretaciones sobre la historia de la política industrial y el desarrollo chino, que oscilan entre caracterizar al país como un “caso excepcional de socialismo” o reducirlo a un “capitalismo nacionalista”. Xinyu argumenta que estas dicotomías pueden verse como una extensión de la ideología de la Guerra Fría en la política de los años 1990, sutilmente incorporadas en las teorías de la globalización y la modernidad.
“Cuando China es etiquetada como autoritaria por los principales medios occidentales, políticos y académicos, el país es retratado en una narrativa binaria de bien/mal, luz/oscuridad, en contraste con la 'democracia liberal' occidental. Esto significa que la lucha ideológica global no desaparece con el fin de la Guerra Fría, sino que continúa hasta hoy. Sin embargo, el camino de desarrollo de China enfatiza una combinación de independencia y apertura al mundo exterior”.
En este contexto, es necesario también analizar la cuestión agraria y las transformaciones rurales en el marco de la historia revolucionaria china y su proyecto de “modernización con características chinas”. Xinyu concluye defendiendo que el camino de desarrollo de China enfatiza esa combinación de independencia y apertura al mundo, buscando alcanzar la industrialización y la acumulación primitiva mientras protege su soberanía, además de enfrentar los desafíos impuestos por restricciones y sanciones comerciales extranjeras.
“Hoy, China también facilita el desarrollo de infraestructura mediante la ‘Iniciativa de la Franja y la Ruta’ para apoyar la industrialización de los países en desarrollo, ayudándolos a superar dificultades en el proceso de acumulación primitiva. Esta situación recuerda a las propias experiencias de China en la década de 1950, cuando superó dificultades similares con el apoyo de su sistema socialista y la cooperación con la Unión Soviética”.
El sistema de maquiladoras
En la última intervención de la mañana, Josefina Morales (México) cerró con un panorama sobre las revoluciones industriales y cómo estas significan una reorganización de las economías mundiales. “En los años 60 y 70, se fragmentaron los procesos y se dispersaron por el mundo. Uno de esos fragmentos, el más débil, es la mano de obra que genera poco valor agregado: la maquiladora”.
Este modelo de producción industrial implica el procesamiento o ensamblaje de productos en un país, característico de países en desarrollo, donde las empresas ensamblan productos a partir de componentes importados. Las maquiladoras están frecuentemente asociadas a cadenas globales de valor y, en el caso de México, surgen como una forma de integrar su economía al mercado estadounidense, siendo fuertemente promovidas por el Banco Mundial.
“Desde los años 90 vemos maquiladoras en Vietnam, Filipinas, Bangladesh, entre otros. Este proceso no responde a nuestros procesos de industrialización, sino que forma parte de la economía estadounidense. Luego, esta idea se refuerza con los tratados de libre comercio (TLC), que se sintetizan en la maquiladora del año 2000”, afirma Morales.
La autora menciona que la mayoría de la mano de obra en las maquiladoras, especialmente al inicio, estaba compuesta por mujeres, pero que esa fuerza de trabajo se fue equilibrando entre hombres y mujeres, especialmente en la industria automotriz. El patrón desigual del desarrollo industrial mexicano también fue señalado por Morales, quien destacó las profundas crisis y una reconversión productiva dependiente de los ciclos económicos de EE. UU.
Aunque las maquiladoras representan apenas una sexta o décima parte del proceso industrial de México, su modelo extractivo condiciona toda la dinámica industrial del país. Según la especialista, este modelo revela una paradójica “desindustrialización industrializada”: México avanza en volumen de producción, pero retrocede en capacitación tecnológica y calidad del empleo, consolidándose como una plataforma de mano de obra barata para las cadenas globales comandadas por Estados Unidos.
Por último, Morales plantea que hoy la cuestión es cómo desarrollar una alternativa de desarrollo industrial con una perspectiva nacional. Bajo la administración de López Obrador, hay un aumento del salario mínimo, mientras que la gestión de Claudia Sheinbaum, actual presidenta de México, defiende la creación de polos industriales que promuevan el bienestar, aunque estos territorios estén fuertemente controlados por el capital. Para Morales, el desafío reside, por un lado, en aspectos internos, que son más estructurales y productivos, y por otro, en cómo enfrentar la ofensiva del expresidente Trump, de naturaleza fascista.
“La construcción de una alternativa de desarrollo industrial se inscribe en una perspectiva más amplia, que debe contemplar el desarrollo nacional total e integral, la construcción de una política de complementariedad industrial con Nuestra América, una diversificación mundial de nuestro comercio exterior y de la participación de otros capitales –además del norteamericano– en la actividad económica, particularmente en la industria manufacturera”.